CEMENTERIO DE SAN RAFAEL Y SAN ROQUE

SANTA CRUZ DE TENERIFE
- Etnografía. Cementerios -




Como escribe en obra ‘Historia de Santa Cruz de Tenerife’, el célebre historiador Alejandro Cioranescu: ‘El último servicio que puede y debe hacer una comunidad  a sus miembros es asegurar su definitivo descanso’.

No sería hasta finales del siglo XVIII, cuando por obligación de la Real Orden de 3 de abril de 1787 todas las ciudades y municipios de España estarían obligados a la construcción de camposantos extramuros de las ciudades. Una ley rectificada posteriormente en 1804.

En estos momentos, Santa Cruz de Tenerife pasaba por trámites de convertirse en la nueva ciudad capitalina, por lo que economía municipal distaba mucho de tener recursos para la consecución de obras que no fueran totalmente prescindibles para la ciudad. Las sepulturas se realizaban en el entorno o en los osarios ubicados en las iglesias, como es el caso de la iglesia parroquial Matriz de Ntra. Señora de la Concepción o de la ermita de Regla, por lo que no se tuvo conveniente la construcción de un cementerio como marcaba la ley. Esta obra llegó de manos de una de las epidemias más mortíferas por las que haya pasado la ciudad: la fiebre amarilla. En 1810, el brote de afectados por esta enfermedad y los muertos derivados por su incesante contagio (más de 1.600 según los escritos), provocaron la saturación de los camposantos de las iglesias, principalmente de la ermita de Regla, por lo que el consistorio con mucha premura decidió ubicar el cementerio capitalino en las lindes de las Calles San Sebastián y la citada ermita en el mes de noviembre. Este solar pertenecía a una congregación religiosa y medía entorno a los 1.950 m2. Aunque no se encontraba en las mejores condiciones ni se habían acabado las obras, desde el primer momento se pudieron realizar los enterramientos, no exento de las profanaciones de los sepulcros por parte de indeseables agravando así el problema del contagio. Así nació este importante cementerio de las islas, siendo el primero de carácter civil del archipiélago. Así nació este importante cementerio, siendo el primero de carácter civil del archipiélago.

En 1830, se autoriza la construcción del llamado cementerio protestante, solicitado por el cónsul general de los Países Bajos, Dinamarca, Suecia y Hamburgo, en virtud de lo establecido en el Tratado de Utrecht. Tiempo más tarde, el cónsul británico en Tenerife se uniría también a esta solicitud, que sería finalmente aceptada por real orden de 13 de noviembre de 1831. Los terrenos comprados, un anexo al ya conformado cementerio de San Rafael y San Roque, al serían sufragados por Mr. Botts, y Mr. Berüff, ambos cónsules inglés y holandés, respectivamente. El primer enterramiento que se realizaría en la ‘chercha’, como comúnmente se conoce a este cementerio – derivado de la desvirtuación de la palabra church – sería un  14 de enero de 1837, con el óbito de John Francis Yateman.

En 1866, el ayuntamiento decidiría amurallar todo el recinto, con un muro de casi tres metros de altura. El cementerio recibiría su mayor cantidad de enterramientos cuando las diferentes enfermedades y epidemias azotaron la isla, por lo que el ayuntamiento se vería avocado a la construcción de un nuevo recinto sepulcral, quedando este en desuso.

En la actualidad, el conjunto arquitectónico ha sido reformado e intervenido por el consistorio municipal, cuyas obras se han realizado entre los años 2015 y 2016. Y aunque en la actualidad no existe acceso al mismo, muy probablemente se convierta en uno de los hitos patrimoniales y turísticos de la capital.


Este importante cementerio de la capital santacrucera, presenta una planta irregular, debido a las diferentes ampliaciones sufridas a lo largo del tiempo. Se encuentra rodeado por un muro perimetral  de unos 3 metros de altura, construido en el siglo XIX y restaurado posteriormente. Al recinto se accede a través de una portada en el lado norte, con tres vanos para la sección católica y uno para la protestante.

El interior se divide en dos partes bien diferenciadas; la primera y original que corresponde a la de profesión católica y el cementerio protestante, de dimensiones más reducidas y en posición más elevada por la adaptación a la orografía.

En la parte católica se distribuyen los espacios en dos secciones en torno a la rambla principal hasta llegar a la capilla. La disposición de los sepulcros es difusa y múltiple, tanto en su organización como en su forma, tamaño y material.

Existen enterramientos muy sencillos establecidos simétricamente en cantería los cuales comparten espacio con grandes panteones y mausoleos, cuya decoración sigue la burguesa de finales del s. XIX y principios del XX, con mucha riqueza decorativa: relieves, esculturas, escudos de metal, mausoleos arquitectónicamente más complejos, etc.

Desde la calle principal se abren dos entradas claramente identificadas que dan acceso a los diferentes sepulcros. En la vista en planta del cementerio protestante, podemos apreciar su forma rectangular. Los enterramientos se caracterizan por su simplicidad con un único elemento decorativo: las estelas funerarias verticales con relieves sobre versículos bíblicos, cruces celtas y otros motivos. El único edificio existente es una capilla de planta rectangular de la segunda mitad del siglo XIX en lenguaje historicista.


La puerta principal de acceso al cementerio católico se construyó bajo un marco de cantería, y la puerta original procedía de la antigua puerta que cerraba la capilla de la Aduana, que quedaba sobrante de unas obras acometidas en las oficinas de Hacienda. Para el acceso al cementerio protestante se presenta una portada de doble hoja enmarcado en dovelas de piedra para formar un arco peraltado que soporta un estrecho entablamento rematado por frontón poligonal con decoración vegetal.

El muro perimetral, se reconstruiría sobre mampostería encalado con mortero y pintado de color blanco en la actualidad, rematado simétricamente por almenas tipo córdoba con separación regular en la sección católica.


Decreto 99/2006, de 11 de julio.

Grado de Protección: Integral.

Monumento BIC y Entorno de Monumento BIC 14. PGO Santa Cruz de Tenerife.


- CIORANESCU, A. (1979). ‘Historia de Santa Cruz de Tenerife’, vol. III (1803-1977). Ed. C.E. Cajas de Ahorro, Santa Cruz de Tenerife; pp. 385-390.

- COLA BENÍTEZ, L. (2013). ‘Itinerario Histórico de Santa Cruz de Santiago de Tenerife’. Ed. Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife; pp. 61-63.

- GARCÍA PULIDO, D. (2000). ‘San Rafael y San Roque. Un camposanto con historia (1810-1916)’. Ed. Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife y Organismo Autónomo de Cultura, Santa Cruz de Tenerife.

- RAMÍREZ SANCHEZ, M. (2012). ‘In loving memory: Escritura última y Memoria en los Cementerios Ingleses de Canarias’, en Actas del XX Coloquio de Historia Canario Americana. Ed. Cabildo Insular de Gran Canaria Las Palmas, de Gran Canaria; p. 679.

 

 

Equipo redactor e investigación: Unidad de Arquitectura de la Fundación CICOP.

Miguel Ángel Fernández Matrán.

José Luis Dólera Martínez.

Sendy Hernández Álvarez.

Fotografía: José Mª. Bossini Ruiz.


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