Con el nombre “Correíllo” eran popularmente conocidos los vapores y motonaves que desde fines del siglo XIX cubrieron las líneas de transporte marítimo interinsulares entre las Islas Canarias, transportando pasaje, carga y correspondencia. La historia de los vapores correos en Canarias comienza en 1.888 tras la adjudicación de estas líneas mediante subasta pública a la Compañía de Vapores Interinsulares Canarios, naviera recién constituida y filial de la contraseña inglesa Elder Dempster & Co. Ese mismo año se incorporaron a los servicios interinsulares los primeros buques vapores, bautizados con los nombres de “Viera y Clavijo”, “León y Castillo” y “Pérez Galdós”, a los que se sumarían posteriormente otros como el “Almirante Díaz”, “Mogador”, “Congo”, etc., que cubrieron las rutas Canarias hasta principios de 1.912. Cumplidas las cláusulas temporales de subvención a los servicios marítimos interinsulares, en 1.911 se convoca nuevamente a subasta las líneas regulares a través de un pliego de condiciones mucho más ambicioso, que requería la incorporación de seis buques -los tres de mayor porte deberían superar las 1.000 toneladas de registro bruto, a los que se sumaban otros tres de menor porte -, siendo nuevamente adjudicado a la Compañía de Vapores Correos Interinsulares Canarios, con sede en Las Palmas de Gran Canaria, que inmediatamente pone en las gradas de los astilleros de Middlesbrough las quillas de los que luego fueran popularmente conocidos a lo largo de su dilatada vida marinera como “los correíllos negros”. A lo largo de 1.912 llegan a Canarias y se incorporan al servicio interinsular los nuevos vapores construidos en astilleros ingleses. Los seis buques adquieren nombres canarios, repitiendo el “Viera y Clavijo” y bautizándose sus gemelos como “León y Castillo” y “La Palma”. Los tres buques restantes, de menor porte y conocidos popularmente como “los playeros”, toman igualmente el nombre del resto de islas periféricas, siendo bautizados como “Fuerteventura”, “Lanzarote” y “Gomera-Hierro”. Puestos en servicio inmediatamente a su arribo a Canarias, esta flota cubrirá durante las siguientes décadas –hasta 1976 en el caso de el “La Palma”- el transporte de pasajeros y mercancías de los tráficos interinsulares canarios y con la costa del África Occidental Española. Así, desde 1.912, la población canaria podía ver los correíllos interinsulares saliendo de Tazacorte para Los Sauces y Santa Cruz de La Palma, haciendo escalas en Punta Grande, El Golfo y La Restinga en El Hierro, para luego seguir hacia Vallehermoso, Hermigua, Valle Gran Rey, Playa Santiago o San Sebastián de la Gomera, continuando a Guía de Isora, Abona, El Médano y Santa Cruz en Tenerife, en el recorrido por el Sur y Este o visitar Garachico, La Orotava, San Marcos y el Puerto de La Cruz por el Norte. Tras recalar en Santa Cruz de Tenerife, siguiendo viaje hacia el circuito oriental, arrumbaban a Gran Canaria, tocando las radas de San Nicolás de Tolentino, Puerto de las Nieves, Sardina, Gáldar y Las Palmas por el Norte y por el Sur tocando los embarcaderos de Arguineguín, Arinaga y Gando. Tres veces en semana salían los buques para Morro Jable, Matas Blancas, Gran Tarajal, Tarejalejo y Puerto de Cabras en Fuerteventura, siguiendo hacia Lanzarote y recalando en La Tiñosa –hoy Puerto del Carmen-, Arrecife, Arrieta y Órzola. Eran las rutas secundarias cubiertas por los correíllos menores o “playeros”. En 1930 la Compañía Transmediterránea asume la gestión de las rutas interinsulares canarias y para ello adquiere la flota de correíllos -que paulatinamente moderniza y mejora técnicamente - cubriendo con ella el servicio hasta su retirada y sustitución por buques más contemporáneos que se produce de manera escalonada ya en la década de los sesenta y setenta del siglo XX.
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