La Laguna, a la largo del siglo XIX, tenía cierta fama de ciudad sanatorio, especialmente para los enfermos del pulmón, tanto locales como extranjeros, como así lo testimoniaron personajes británicos como AJ. Wharry, del City of London Hospital que afirmó: "La Ciudad de Agüere es la única estación de montaña establecida en las Islas Canarias".
Y fue así como en 1885, el inglés, Don Benjamín A Renshaw, tuvo la feliz idea de abrir un hotel para albergar, primordialmente, a los enfermos anglosajones que venían a sanar sus dolencias en "aquél clima privilegiado". El lugar elegido fue la casa de Torrehermosa, en la calle La Carrera, construida en 1736 por Don Cesáreo de la Torre y Ceballos, Capitán del Regimiento de Güimar, miembro de la Real Sociedad Económica de Amigos del Pais de Tenerife y nieto de Don Juan de la Torre, regidor de Tenerife. Se trataba de un hermoso edificio de 3 plantas que había sido residencia del Obispo de Tenerife, Don Luis Folgueras y después, Colegio Mayor del Instituto de Canarias.
El Gran Hotel Aguere Continental, que así se denominó al principio, comenzó a consolidarse como uno de los lugares más emblemáticos de La Laguna donde los huéspedes, la mayoría Catedráticos de la Universidad y del Instituto, organizaban animadas tertulias.
Desde entonces, la imagen familiar del hotel, a pesar que empezaron a escasear los enfermos ingleses, se mantuvo intacta, conservando su fama y tradicional elegancia ya que durante mucho tiempo y sobre todo en las tardes de domingo, y organizaban deliciosos "Té-danzantes" amenizados por una orquestina. Cuando llegaba el verano, La Laguna decía adiós a los estudiantes y se convertía en lugar de descanso de numerosas familias pudientes que elegían el hotel. ( principalmente de Santa Cruz)
Desde 1920 el hotel es adquirido por Don Esteban González Díaz; a partir de 1955 es heredado por su hijo, Don Julián González González y luego regentado por sus 5 hijo/as bajo la denominación social de JULlÁN GONZÁLEZ E HIJOS, S. A
Actualmente es propiedad del Grupo Fariones, S.L.
(Extracto del artículo publicado en el Diario de Avisos por Don Leocadio Machado)
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