Construida a mediados del siglo XVII por la cofradía del mismo nombre presenta un retablo en cuyo cuerpo central destaca el gran Cuadro de Ánimas, obra del tinerfeño Cristóbal Hernández Quintana (1651-1725), autor de gran significación pues su obra marcó buena parte de la pintura barroca en Canarias. El lienzo representa a las Almas de Purgatorio, tema tradicional en las representaciones religiosas de la Contrarreforma. La Iglesia Católica, en su lucha contra las teorías reformistas que cuestionaban la existencia del Purgatorio, fomenta esta devoción, siendo además consecuente con las teorías del Concilio de Trento. Es un culto que surge hacia finales del siglo XVI.
En la parte inferior del retablo tres nichos acogen las imágenes de bulto de San Francisco Javier, entre San cayetano y San cristóbal. Ésta última, del siglo XVI, se considera la más antígua que se venera en la ciudad de la que es patrono. Aparece representado llevando a un niño en su hombro y apoyándose en un bastón florido, sus atributos iconográficos habituales.
Flanqueando el retablo, sobre sendas repisas, las imágenes de San Blas y de San Antonio Abad.
La capilla está cubierta por un hermoso artesonado policromado, de par y nudillo, ochavado (con decoración vegetal), con lacerías (decoradas con estrellas de ocho puntas) y contemporáneo de la época de su fundación. Este tipo de cubierta la volvemos a encontrar en las capillas de San Pedro, San Antonio y San Juan Evangelista.
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