Eduardo Gregorio nace en Las Palmas de Gran Canaria en 1903. Tras haber cursado bachillerato, alterna la carrera de naútica con su afición por la talla en madera, especialidad en la que alcanzaría un alto nivel. Alumno de La Escuela Luján Pérez,de la que termina siendo director del centro. Colabora con Néstor Martín-Fernández de la Torre en la ornamentación en madera del Teatro Pérez Galdós, el cual había sido parcialmente destruído tras un incendio años antes. En su época más prolífica, se traslada a Gerona, y a allí por medio del pintor y crítico Rafael Benet, se introduce en el mundo artístico e intelectual de Barcelona y Madrid. En 1950 expone en la galería Gaspar un conjunto de ébanos y alabrastros en el que el tema giraba en torno a la figura femenina; sus líneas eran sencillas, sensuales y estilizadas. Durante el período que vivió en Tánger (1950-1955), su estilo experimenta un giro importante, un nivel abstracción importante que aún así sugeriría la figura humana en sus formas.
Participó en la III Bienal Hispanoamericana, en la que participó con El ángel que anunció la primavera, una obra sin comparación estilísticamente hablando.
Emigra a Venezuela y allí prosigue con su labor pedagógica; mientras desarrolla una importante producción cerámica, concibiendo nuevas formas con gran dominio en la técnica en gres, por la que recibe reconocimiento internacional.
Su obra experimenta un cambio hacia la construcción geométrica cuando entra en contacto con artistas constructivo-cinéticos,.
Aquejado de una dolencia cardiaca, regresa definitivamente a Las Palmas de Gran Canaria, en 1963. Continúa realizando su trabajo escultórico pero ya en pequeño formato. En 1973 participa en la Exposición Internacional de Escultura en la Calle de Santa Cruz de Tenerife.
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