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Esta fiesta es de una especial significación para los habitantes de Los Realejos, de ahí que tenga el título de copatrón de la localidad. La historia cuenta como a principios del siglo XVII una terrible peste bubónica asoló la costa del norte de la isla y los vecinos ante la calamidad rogaron a San Vicente para que detuviera las infecciones entre la población. Años más tarde firmaron un documento, conocido como "el voto", donde se comprometían a celebrar su fiesta cada 22 de enero, tradición que aún perdura. Ese día, festivo en el municipio, acude el Ayuntamiento con el Pendón municipal, autoridades y el clero parroquial hasta la ermita, donde se celbra la eucaristía y procesión.
Entre el año 2009 y 2010, aconteció un año de especial celebración por conmemorarse los cuatro siglos de aquella efeméride, con diversos actos, pero todos centrados en un Año Jubilar concedido por la Santa Sede. Además de esta importante celebración, las fiestas se prolongan varios días con festivales de variedades, verbenas y actos lúdicos y populares, como la conocida papada que se les tributa a los vecinos, donde no faltan las papas del país, los platanos guisados o el pescado salado.
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